Queridos hermanos y hermanas:
Este año el Mensaje para la Cuaresma se inspira en un versículo del evangelio de san Juan, que, a su vez, cita una profecía mesiánica de Zacarías: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37). El discípulo amado, presente junto a María, la Madre de Jesús, y otras mujeres en el Calvario, fue testigo ocular de la lanzada que atravesó el costado de Cristo, haciendo brotar de él sangre y agua (cf. Jn 19,31-34). Aquel gesto realizado por un anónimo soldado romano, destinado a perderse en el olvido, permaneció impreso en los ojos y en el corazón del apóstol, que deja constancia de ello en su evangelio. ¡Cuántas conversiones se han realizado a lo largo de los siglos precisamente gracias al elocuente mensaje de amor que recibe quien dirige la mirada a Jesús crucificado!
Entremos, pues, en el tiempo cuaresmal con la "mirada" fija en el costado de Jesús. En la carta encíclica Deus caritas est (cf. n. 12) quise subrayar que, sólo dirigiendo la mirada a Jesús muerto en la cruz por nosotros, puede conocerse y contemplarse esta verdad fundamental: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16). «Desde esa mirada -escribí- el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar» (Deus caritas est, 12).
Contemplando al Crucificado con los ojos de la fe, podemos comprender con profundidad qué es el pecado, cuán trágica es su gravedad y, al mismo tiempo, cuán inconmensurable es la fuerza del perdón y de la misericordia del Señor. Durante estos días de Cuaresma no apartemos el corazón de este misterio de profunda humanidad y de alta espiritualidad. Contemplando a Cristo, sintámonos al mismo tiempo contemplados por él. Aquel a quien nosotros mismos hemos atravesado con nuestras culpas no se cansa de derramar en el mundo un torrente inagotable de amor misericordioso. Ojalá que la humanidad comprenda que solamente de esta fuente es posible sacar la energía espiritual indispensable para construir la paz y la felicidad que todo ser humano busca sin cesar.
Pidamos a la Virgen María, que fue traspasada en el alma junto a la cruz del Hijo, que nos obtenga el don de una fe sólida. Que, guiándonos por el camino cuaresmal, nos ayude a dejar todo lo que nos aparta de la escucha de Cristo y de su palabra de salvación.
[Después Ángelus] Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española... Que la Virgen María nos acompañe en nuestro camino de conversión cuaresmal para que, la escucha de la palabra de Dios y la gracia divina, nos ayuden a vencer las tentaciones, y nuestra vida sea testimonio del amor de Cristo.
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DEBEMOS PRACTICAR LA CARIDAD FRATERNA
SEGÚN EL EJEMPLO DE CRISTO
Del Espejo de caridad del beato Elredo de Rievaulx (3,5)
SEGÚN EL EJEMPLO DE CRISTO
Del Espejo de caridad del beato Elredo de Rievaulx (3,5)
Nada nos anima tanto al amor de los enemigos, en el que consiste la perfección de la caridad fraterna, como la grata consideración de aquella admirable paciencia con la que aquel que era el más bello de los hombres entregó su atractivo rostro a las afrentas de los impíos, y sometió sus ojos, cuya mirada rige todas las cosas, a ser velados por los inicuos; aquella paciencia con la que presentó su espalda a la flagelación, y su cabeza, temible para los principados y potestades, a la aspereza de las espinas; aquella paciencia con la que se sometió a los oprobios y malos tratos, y con la que, en fin, admitió pacientemente la cruz, los clavos, la lanza, la hiel y el vinagre, sin dejar de mantenerse en todo momento suave, manso y tranquilo. En resumen, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
¿Habrá alguien que, al escuchar aquella frase admirable, llena de dulzura, de caridad, de inmutable serenidad: Padre, perdónalos, no se apresure a abrazar con toda su alma a sus enemigos? Padre -dijo-, perdónalos. ¿Quedaba algo más de mansedumbre o de caridad que pudiera añadirse a esta petición?
Sin embargo, se lo añadió. Era poco interceder por los enemigos; quiso también excusarlos. «Padre -dijo-, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Son, desde luego, grandes pecadores, pero muy poco perspicaces; por tanto, Padre, perdónalos. Crucifican; pero no saben a quién crucifican, porque, si lo hubieran sabido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria; por eso,Padre, perdónalos. Piensan que se trata de un prevaricador de la ley, de alguien que se cree presuntuosamente Dios, de un seductor del pueblo. Pero yo les había escondido mi rostro, y no pudieron conocer mi majestad; por eso, Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
En consecuencia, para que el hombre se ame rectamente a sí mismo, procure no dejarse corromper por ningún atractivo mundano. Y para no sucumbir ante semejantes inclinaciones, trate de orientar todos sus afectos hacia la suavidad de la naturaleza humana del Señor. Luego, para sentirse serenado más perfecta y suavemente con los atractivos de la caridad fraterna, trate de abrazar también a sus enemigos con un verdadero amor.
Y para que este fuego divino no se debilite ante las injurias, considere siempre con los ojos de la mente la serena paciencia de su amado Señor y Salvador.
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