Pensamiento
bíblico:
Dijo Jesús a sus discípulos:
-Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento... Velad,
pues, ya que no sabéis cuándo vendrá el dueño de la
casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no
sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a
vosotros lo digo a todos: ¡Velad! (Mc 13,33-37).
EL ADVIENTO, TIEMPO DE
PROFUNDIDAD RELIGIOSA
Benedicto XVI, Ángelus del 27 de noviembre de 2005
Benedicto XVI, Ángelus del 27 de noviembre de 2005
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo comienza el Adviento, un
tiempo de gran profundidad religiosa, porque está impregnado de
esperanza y de expectativas espirituales: cada vez que la comunidad cristiana
se prepara para recordar el nacimiento del Redentor siente una sensación
de alegría, que en cierta medida se comunica a toda la sociedad. En el
Adviento el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu:
por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su peregrinación
en la historia, que es la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por
otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se arrodilla
ante el pesebre. La esperanza de los cristianos se orienta al futuro, pero
está siempre bien arraigada en un acontecimiento del pasado. En la
plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen
María: «Nacido de mujer, nacido bajo la ley», como escribe
el apóstol san Pablo (Ga 4,4).
El Evangelio nos invita hoy a estar
vigilantes, en espera de la última venida de Cristo: «Velad -dice
Jesús-: pues no sabéis cuándo vendrá el
dueño de la casa» (Mc 13,35.37). La breve parábola del
señor que se fue de viaje y de los criados a los que dejó en su
lugar muestra cuán importante es estar preparados para acoger al
Señor, cuando venga repentinamente. La comunidad cristiana espera con
ansia su «manifestación», y el apóstol san Pablo,
escribiendo a los Corintios, los exhorta a confiar en la fidelidad de Dios y a
vivir de modo que se encuentren «irreprensibles» (cf. 1 Co 1,7-9)
el día del Señor. Por eso, al inicio del Adviento, muy
oportunamente la liturgia pone en nuestros labios la invocación del
salmo: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu
salvación» (Sal 84,8).
Podríamos decir que el Adviento es el
tiempo en el que los cristianos deben despertar en su corazón la
esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios. A este propósito,
quisiera recordar también hoy la constitución Gaudium et
spes del concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual: es un
texto profundamente impregnado de esperanza cristiana. Me refiero, en
particular, al número 39, titulado «Tierra nueva y cielo
nuevo». En él se lee: «La revelación nos
enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la
que habita la justicia (cf. 2 Co 5,2; 2 P 3,13). (...) No obstante, la espera
de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra». En efecto, recogeremos los
frutos de nuestro trabajo cuando Cristo entregue al Padre su reino eterno y
universal. María santísima, Virgen del Adviento, nos obtenga
vivir este tiempo de gracia siendo vigilantes y laboriosos, en espera del
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario