Benedicto XVI, Ángelus del 3 de
diciembre de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
En Adviento la liturgia con frecuencia nos
repite y nos asegura, como para vencer nuestra natural desconfianza, que Dios
«viene»: viene a estar con nosotros, en todas nuestras situaciones;
viene a habitar en medio de nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene
a colmar las distancias que nos dividen y nos separan; viene a reconciliarnos
con él y entre nosotros. Viene a la historia de la humanidad, a llamar a
la puerta de cada hombre y de cada mujer de buena voluntad, para traer a las
personas, a las familias y a los pueblos el don de la fraternidad, de la
concordia y de la paz.
Por eso el Adviento es, por excelencia, el
tiempo de la esperanza, en el que se invita a los creyentes en Cristo a
permanecer en una espera vigilante y activa, alimentada por la oración y
el compromiso concreto del amor. Ojalá que la cercanía de la
Navidad de Cristo llene el corazón de todos los cristianos de
alegría, de serenidad y de paz.
Para vivir de modo más
auténtico y fructuoso este período de Adviento, la liturgia nos
exhorta a mirar a María santísima y a caminar espiritualmente,
junto con ella, hacia la cueva de Belén. Cuando Dios llamó a la
puerta de su joven vida, ella lo acogió con fe y con amor. Dentro de
pocos días la contemplaremos en el luminoso misterio de su Inmaculada
Concepción. Dejémonos atraer por su belleza, reflejo de la gloria
divina, para que «el Dios que viene» encuentre en cada uno de
nosotros un corazón bueno y abierto, que él pueda colmar de sus
dones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario